Folclore

A esperá la gaita

Pa que las nuevas generacións tengaz una muestra de quien eba Paco Castillón, he rescatáu un escrito del Llibré del 64, on mos conta, con una prosa poética, el pórtico de nuestra Fiesta. É pa yo, sin duda, el mejor y más entrañable documento. Aquí lo teniz.

Tomás Castillón

Ya fa rato que se siente trustiá a los mozos preparán los trabucos en la botigueta de Baldomera. En la calle un ixambre de zagals fan el borín por to lo alto, mientras a los más chicoz ñay que afalagalos con llamins pa sujetalos. El sol fa rato que está chugán a cucú entre los tejáus y, poco a poco, la tarde va pasán. Mientras tanto, a los gallos se les siente revolotiá en los miradós como si presentisen que, en cualquier momento, les pueden retorcé el cuello y, espantáus, van buscán los tochos más altos pa escondese y procurá pasá más desapecibiús. Las bonitatis de las engolondrinas, con la mosca en el morro, están espabiladas y se van entretenín en í y vení pa ganá tiempo, esperán a que acaben de troná los trabucazos pa caé en palladas sobre los alambres de la calle de Benasque, y ya tranquilas, disponese a pasá la noche. Entra en escena el héroe de la jornada: el inclíto Tonón de Baldomera. Ñay gran animación en la botigueta de su casa preparán, con los gaiteros, repatáns y danzantes, las fiambreras con la merendola que han de celebrá antes de fe la “entrada”. La calle, en ixe momento, tiene aspecto d’escenario, y avanzán po l’acera, como si fuesen las candilejas, va Tonón, al hombro l’alforcha zamorana, bordada con llana de colorins, y la bota en bandolera. Uno, sin querí, s’acordaba de la romanza del divo. Po las Puebllas Altas pasán a la del Molino, pa salí a la Muralla bordián el Campo Zapata, on el Cid, sen choven, va vení a guerriá, según mos conta la historia. Crucián el callizo del Vall, pa salí hasta la de los Bous pa pará en la Cruz, on antes eba costumbre recibí a los personajes que veniban a visitá el llugá. Por allí va entrá una mañana, cllara y rubia como la mel, un general glorioso: Don Miguel Primo de Rivera, que sen Jefe del Gobierno, va vení a Graus (1929) a inaugurá el monumento a Costa, que un brazáu de grausinos de buena voluntá, no va pará hasta conseguí reuní alientos pa levantalo y dinés pa pagalo.

Va sé un gran día pa Graus. Además, la última vez que el Orfeón del maestro Borguñó, con la garganta reseca y casi pllorán de emoción, va cantá el Himno del León de Graus. Aquel día en Graus, el sol va brillá tanto, que desde entonces siempre ha estáu nublláu. Me trobo sentáu en el petril del Puente d’Abajo. Uno va pensán muchas cosas en ixe rato en que, a medida que la tarde se va despedín, que s’esfresola como una rosa mustia que t’acariciase; que te dice adiós agitán el aire y expresan su melancolía. Y é entonces cuan los recuerdos se fan más vivos, ganan en ternura, notán como espientan la puerta del corazón, pa entrá en él sin titubiá, lo mismo que el Ésera cuan se enfada. Y los seres queriús, en ixa tarde única e incomparable, toman cuerpo y te paece que tornan a viví; que estás charrán con ellos; que te consolan y animan a í tirán; que te pasan la mano po la cara y te dicen a la orella, como un susurro, ternezas tan íntimas que no é posible transcribilas. Vas saludán a paisanos y amigos que, lentamente, casi en silencio, crucian po’l puente drechos a los Botalls, mientras un aire de dulce melancolía les llena d’alborozo el corazón recordán aquella cancioneta que dice:

“Amadruga, druga, druga,
pa la Fiesta el repatán,
a buscá a la repatana,
camino de los Botalls.”

Ya veigo en el puentarrón de Riazuelo a Perixuán, los danzantes y repatáns con una canasta ben rebutida de tortas y varios porrons de garnacha de la Casa Peralta ben fresqueta pa echá el piscolabis los de la Autoridá y to’l que quiera refrescá la nuez. Así, pensán y soliquián, cátate que veigo vení a Tonón y los gaiteros po’l antiguo camino de Barasona, frente al barranquito de Figoñero, más contentos que unas pascuas. Atención, ya están crucián el Puente y al otro láu los esperan un forniguero de chen, entre los que se troban el Alcalde, el Párroco, el Prió y una gran multitú, toz uniús en ixe momento de gran emoción. Los mozos con los trabucos cargáus y to a punto. Como Tonón ya no é un crio y s’acorda de cuan los gaiteros de Caserras paraban en casa de la seña Pepa de la Aunora en el barrio de Las Puebllas, hablla y fá habllá a los zagals que tocan las chuflainas, un chapurriáu de la tierra de Aguinéu, respetán la memoria de los primitivos que veniban d’ixe puebllo, dan así carácter y autenticidá al acto.

Los gaiteros debán, seguíus de los mozos. Entrán en los Filadós y en el Portal de Chinchín, se paran y se quedan serios, tembllán como si estasen enchirbilliús de frío. S’aparta el del bot y va bufán hasta dejalo incháu. Los otros sacan una cajeta de la pocha con las llenguetas y las van metén en las boquillas de los instrumentos. Da una voz Tonón y sona el primer trabucazo. Vibran los primeros compases de la Marcha y, a su conjuro, los balcóns se llenan de chen. Ñay un revuelo d’alegrías y llágrimas entre las macetas. El aire güele a pólvora y albahaca. Graus está en pie. Ya casi é de noche.

Francisco Castillón
Texto del Llibré de 1964

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