Un recuerdo de cine

Correban los años sesenta y las pochas de los pantalons las teniban más vacías de dinés qu’el “banco” el fogaril.
            Esto viene a colación de los recuerdos que voy a contatos en este escrito.
            Pa que los de mi edá tos acordez y los d’ahora tos enterez de las chugarretas que ñ’habeba que fé pa podé í al cine algún domingo qu’otro.
            Como podez imaginá, en ixa época no ñ’habeba perras en las casas pa damos como ñ’hay ahora, y mos teniban qu’espabilá y dale vueltas al tozuelo p’acabá ín al cine. ¡Cualquiera se perdeba una película del Oeste u de romanos!
            Así empezaba l’aventura:
            Graus, un domingo cualquiera del otoño, dispués de comé y con una bolseta en la pocha y un caixón replleto d’llusions, mon iban pa la Virgen, y en llitoneros que ñ’habeba por tó l’entorno (el qu’estaba chunto a la predicadera de San Vicente Ferrer l’han cortáu), trepaban po’l tronco p’arriba como l’héroe de la selva, Tarzán, pa í cogén los frutos redondos y negros d’este árbol llamáus llitóns, muy apreciáus en ixa época.
            Cuan teniban la bolseta llena d’este fruto, esgreñáus y puercos como focíns, ixafegán po’l cansancio, mon iban drechos en busca del siño Antonio “el turronero”, que con su ornamentáu carro de llamíns que pareceba un supermercáu, se posaba chunto al cine. Astí, el susodicho mos los compraba pa revendelos a la chen qu’iba al cine.


Antonio “el turronero” en los porches de la Plaza Mayor


            Cuasi to las veces mos posaba lo mesmo ¡Qué disillusión!, con los llitóns que llevaban no ñ’habeba prous dinés pa pagá la entrada que costaba dos pesetas. En ixe caso ¡patas pa qué tos quiero!, pues tocaba corré a buscar más llitóns o si teniban alguna perreta, complletá pa pagá la entrada. Entonces mos posaban más contentos que unas pascuas ¡L’heban conseguiú!
            Onque ahora tos paezca raro ixo, a nusotros mos vá tocá felo muchas veces.
            Y con este sacrificio ¡qué ben mos sabeba la película!

 

El cine… continúa

            L’anterió eba una manera de podé í al cine. Ahora tos voy a contá otra que tamé ban praticá muchas veces.
            Cuan aún iban a l’escuela me’n acordo que toz llevaban una cartereta en la pocha pa posá cromos y ¡entradas de cine!
            Como tos he expllicáu eban tiempos d’escasez de perras, pero no de imaginación y astucia, d’illusión e interés po las cosas, d’ixo mon sobraba, ñ’habeba pa pará un tren.
            En este caso no ñ’hay qu’emplleá la fuerza ni el peligro de rompete la esquena al caete d’un árbol, sólo teniban que fé un poqué d’artesanía.
            El lunes iban on tiraban las entradas que cortaban el domingo- me’n acordo del llugá, en el bago entre el cine gran y casa Fortuño, antes de fé l’almacén. Dispués, los trozos los triaban por los colós y los chuntaban, peganlos pa que coincidisen las lletras, y de ixa manera complletaban la entrada.
            Con la cartereta llena d’entradas de toz los colós y con más nervios que un flan, al domingo siguiente mon iban a la puerta del cine pa mirá de qué coló eban ixe día y esfurigán en la cartereta, mos feban contentos si en teniban alguna d’ixe coló.
            Pa entrá tenibas qu’esperá a que ñ’habese mucha chen, asinas el portero Ricarte no teniba tiempo de mirá ben las entradas.

THE END

 

José Antonio Betato Espuña


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