Personajes ribagorzanos

La reivindicación de Mosqueta

Con esta carta desde el más Allá (Que como podéis apreciar existir, existe) quiero rehabilitar mi nombre, o al menos el apodo con el que me conocisteis hace ya más de cuarenta años.
No pretendo que éste sea un alegato para recordaros las diferencias sociales que siempre ha habido. Podría contaros una historia real, la mía, que a más de uno le quitaría el sueño. El cómo llegué a la miseria más absoluta y a recluirme en este pueblo es tan desagradable que voy a omitirlo por completo. Como podréis suponer no tuve niñez, ni juventud y mi madurez, muchos de vosotros la conocisteis; asumiendo el papel de tonto del pueblo para risa y escarnio de la niñez y juventud grausina.
Ahora desde la lejanía observo con ilusión como se me recuerda junto con mi primo Manrique en el museo etnológico de Casa Paco. Muchos son los visitantes que se paran y sonríen delante de nuestras fotografías y se acuerdan de las veces que nos llamaban con nuestros apodos y nosotros corríamos tras ellos.
Quiero que sepáis que todas las acciones que en aquellos momentos llevaba a cabo, incluso las que parecían violentas (lanzamiento de alguna piedra después de recibir vuestros insultos) eran para reforzar la imagen que de mí se tenía. Jamás hubo maldad y resentimiento en mis acciones; y si alguno piensa que no fue así, pido públicas disculpas.
Siempre necesité un poco de cariño y comprensión y eso no me lo supisteis dar. No quería compasión ni limosnas. Me hubiera hecho muy feliz el que me escucharais y atendierais.
Quiero contaros una bonita historia que seguro que nadie conoce y que realmente me sucedió.
Era una calurosa tarde de verano y yo iba haciendo mi ronda vespertina para ver si encontraba un alma caritativa que me diera algo para una de mis frugales cenas. En medio de la muralla me encontré a una niña llorando a moco tendido. Tan desesperada estaba aquella moceta que no tendría más de siete años, que le pregunté qué le pasaba y me contestó sin reconocerme:
                - Mi madre murió la semana pasada y como mi padre está tan triste, vengo aquí para llorar mi pena y que él no me vea…
Yo la miré fijamente y le contesté muy convencido:
- Tu madre no ha muerto para ti, simplemente se ha ido a un largo viaje. Te está viendo en estos momentos y no quiere que sufras tanto por ella. Desea que consueles y ayudes a tu padre que está muy


hundido. No te ha dicho adiós porque te quiere mucho y despedirse de ti le causa mucha tristeza.
Creo que mis palabras sirvieron de consuelo a Marieta, que ese era el nombre de la desesperada, y se dirigió a su casa.
Yo, que no la conocía de nada, la seguí de lejos hasta que la vi desaparecer en un portal del Barrichós.
A los pocos días recibió por la gatera de la puerta una entrañable carta de su madre en la que le explicaba los motivos de su desaparición de este mundo y la paz y felicidad que disfrutaba. ¡Con gran pesar de su corazón había tenido que responder a la llamada y dejar en este mundo a sus dos seres queridos!
¡Si supierais lo que me costó que alguien me diera unas cuartillas y unos sobres!
- Para que quieres tú papel y sobres si no sabes escribir y no tienes a quien hacerlo, me decían…
Puntualmente recibió varias cartas con las maravillosas experiencias y vivencias relatadas por su madre. En ellas encontró el aliento y la fuerza necesaria para conformarse y seguir su vida.
            No se extrañó en absoluto cuando un buen día dejó de recibirlas. Su madre estaba muy lejos; tan lejos que era prácticamente imposible que pudiera llegarle el correo…

 

José Ignacio Mariñosa Asensio





Personajes ribagorzanos

Andrés Burrel Sopena

Nació en Torres del Obispo en 1.874. Comerciante, ebanista y relojero, fueron algunas de las ocupaciones que desempeñó durante su vida, pero sobre todo, su dato más importante fue el de ser uno de los pioneros en la fotografía altoaragonesa. Persona inquieta y muy activa, amante de las plantas, apicultor, gran escritor,… así lo recuerda su familia.
Andrés heredó el gen emprendedor de una saga de comerciantes que ha mantenido su dedicación hasta la actualidad, representada en el propio Torres con el establecimiento de Casa El Mariano. Su abuelo había vivido en París antes de fundar a mediados del siglo XIX un comercio familiar como desafío a los dos núcleos comerciales más importantes, Graus y Benabarre. Su padre, ejerció un gran influjo sobre su hijo, consolidando el negocio familiar. Destacó además por la realización de forma artesana de laúdes y guitarras, que mezclaba con su afición histórica de la población en la obra posteriormente editada de Historia de Torres del Obispo, en 1.899.
    Retrato de Andrés

A estas herencias sumó Andrés la afición a la fotografía, quizás animada por la contemplación de los daguerrotipos que su abuelo había comprado en París. Se inició pronto en este arte, perfeccionando su técnica en Barcelona, adonde se trasladó para aprender el oficio de relojero. En 1.902 se casó con Ana Mª Feliú, con la que tuvo ocho descendientes.

                Resulta particularmente destacable el entorno nada favorable y los tiempos de grandes penurias en que Andrés desarrolló su trabajo fotográfico. Su inquietud, curiosidad y facilidad para la correspondencia le permitieron mantenerse al día de las novedades del mercado fotográfico, contrastando sus experiencias con otros practicantes del entonces selecto arte fotográfico, aún estando alejado de los circuitos profesionales y teniendo limitaciones técnicas.
            Los numerosos catálogos fotográficos y cinematográficos que conservó, acentúan la firmeza de esa vocación, que fue apagándose con la edad, desconociéndose obras fotográficas con posterioridad a 1.925. Murió en 1.956.


Romeros en la ermita de las Ventosas (Benabarre). 19 de abril de 1.907

            La Fototeca Provincial de Huesca guarda copia del archivo fotográfico de Andrés Burrel, compuesto por placas de cristal y positivos de distintos formatos entre los que se encuentran también obras de mosén José Salinas Portaspana, cura de Calasanz con el que mantuvo una estrecha relación. En esas imágenes, fotografío su entorno más cercano, con numerosos retratos, fotografías colectivas, lugares de la comarca como el propio Torres, Graus, Benabarre u otros puntos de la Baja Ribagorza, así como festividades y acontecimientos de su pueblo natal. La colección total es de 209 fotos en placas de cristal de 9 x 12 cm. y positivos de papel. Es el fotógrafo asentado en el Alto Aragón más antiguo del que se conserva su archivo.
            La familia conserva en su estado original la tienda, así como útiles de trabajo y objetos personales de Andrés.



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